¿Qué haces primero: verte en el espejo
o asomarte en la ventana?
Las variables externas tienen un efecto en el desempeño de las empresas. Sin embargo, ¿qué peso tiene el entorno en la situación actual de tu empresa y cuánto puede ser atribuible a la gestión interna de los gerentes y/o propietarios que, por muchos años, han manejado la organización?
La respuesta a esta interrogante obliga a un ejercicio de sinceridad mayúsculo. Es muy probable que cuando las cosas vayan bien, los accionistas y gerentes lo atribuyan a la gestión interna, pero cuando los resultados no sean los deseados, aleguen motivos externos.
Los imprevistos, obstáculos y dificultades siempre van a existir. Eso se entiende y puede afectar los resultados. No obstante, en caso de que sus efectos sean inevitables, dependerá de la creatividad y persistencia con que los dueños, la gerencia y sus trabajadores, sorteen, minimicen o incluso le saquen provecho a las consecuencias que produce operar en un ambiente hostil.
El entorno se utiliza -a veces- como la excusa perfecta para evadir las responsabilidades internas. Jim Collins, consultor estadounidense de la Universidad de Stamford, identificó durante una investigación un tipo de liderazgo denominado liderazgo de nivel 5.
En esta categoría estaban los gerentes que tenían como característica el uso de lo que Collins definió como el patrón de la ventana y el espejo: “…cuando las cosas salían mal miraban al espejo antes de asignar responsabilidades y, cuando salían bien, buscaban por la ventana para identificar a los autores del éxito (su gente)”.
El mismo autor, indica seguidamente que “en contraste, muchos líderes ven por la ventana en busca de los culpables, mientras que se aferran al espejo para vanagloriarse de si mismos cuando las cosas salen bien”. (Collins, 2005).
Debemos mirarnos primero en el espejo y no solo cuando las cosas no resulten como las esperábamos. En ocasiones puede ser muy bueno el “performance” de la empresa pero por factores externos, por ejemplo: quedó sola en el mercado o el producto o servicio que vende se cotiza muy alto por una circunstancia ajena a la organización. En este contexto las ineficiencias internas se logran esconder. Pero tarde o temprano, cuando esa variable externa desaparezca, las debilidades de la empresa quedarán al desnudo.
¿Vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro?. ¿Con mucha facilidad nos damos cuenta de los defectos ajenos, cuando los nuestros pueden ser mayores?. El desafío para el liderazgo empresarial y gerencial es mirar la viga en el suyo.
Debemos entender que la base de una sólida cultura organizacional en nuestras empresas, capaz de sortear entornos económicos hostiles, va a depender de lo que construyamos en el mediano y largo plazo junto a nuestros empleados y trabajadores.
Y eso pasa por crear sentido de pertenencia en el capital humano, hacerlo parte de las decisiones, brindarle oportunidades de desarrollo personal y profesional, en fin, todo aquello que hoy los especialistas resumen en el concepto “salario emocional”.
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